Zöe estaba contenta esa mañana de jueves, había conseguido cupo en el curso de “Arte Español del Siglo XX” que dictaba en la Universidad de La Plata la prestigiosa profesora española Bárbara Sánchez Aguirre, una eminencia en el tema...
Salió casi con los minutos contados, el viaje era largo desde Buenos Aires, mas de 50 kilómetros, pero no le importaba, estaba ansiosa por empezar...
En el Bajo apenas logró subirse a una Costera atestada, viajaba tanta gente que ni se podía respirar, pero no tenía tiempo para esperar la siguiente, temía llegar tarde a su primera clase. Logró acomodarse en el pasillo, sin poder aferrarse a respaldo alguno y la barra del techo era siempre demasiado alta para su corta estatura, pero con la cantidad de personas que había a su alrededor dudaba que fuera a caerse...
De pronto sintió un empujón un poco más recio que lo acostumbrado en su lado izquierdo, por detrás, y pensó que podría ser uno de esos pervertidos que aprovechan los ómnibus abarrotados para manosear mujeres, pero no podía moverse y los empujones eran cada vez más frecuentes y bruscos...
Después de casi 10 minutos de empellones quiso mirar la hora para comprobar que a pesar de tener un viaje tan penoso no estaba llegando tarde y allí fue cuando comprobó que su reloj pulsera no estaba en su muñeca... Sintió que se le aflojaban las piernas, amaba aquel reloj, era el último regalo que había recibido de su padre antes que éste falleciera y el maldito ladrón hijo de puta, meta empujar y empujar, se lo había quitado...
Sintió que una inusual ola de coraje le subía por la garganta, se corrió, como pudo, hasta quedar detrás del aquel vil individuo y apretando las muelas, con lágrimas saltándole de los ojos, le dijo al oído en tono muy claro e imperativo:
- Dame el reloj!!!
Sintió que la espalda del tipo se tensaba y en un solo movimiento puso el reloj en la palma de su mano...
A los empujones, desesperada y angustiada, Zöe llegó a la puerta trasera y sin saber exactamente dónde estaba se bajó...
Sentía que en ese estado emocional no podía ir al curso, apenas podía caminar, le caían lágrimas por toda la cara y ni siquiera estaba llorando...
Cruzó la calle y tomó el ómnibus de vuelta, lo único que quería era llegar a su casa y sentirse segura, una vez arriba del transporte, sentada esta vez, pudo abrir la mano para reencontrarse con su amado reloj (que por cierto, a estas alturas, estaba incrustado en su palma) y comprobó con decepción que no era el suyo el que el caco le había dado... era más grande y evidentemente de mucho menor valor...
- Maldito desgraciado, pensó, a cuantos le habría robado que ni sabía cual era el que tenía que devolverme...
Finalmente llegó a su departamento, harta de llorar, agotada, desilusionada y deprimida, caminaba arrastrando los pies y en lo único que pensaba era en meterse en la cama...
Cuando entró al cuarto descubrió con asombro que su amado reloj aún estaba sobre la mesa de noche...
Pasó por un abanico de emociones. Pero ahora sabe que puede contar con una dosis de coraje. Se aprende......siempre se aprende. Un beso!
ResponderEliminarUn buen relato, La Novia.
ResponderEliminarEse broche final es sorprendente.
Cuántas veces acusamos sin tener pruebas de ello y la imaginación nos juega malas pasadas.
Lo peor es que perdiese esa clase...
Besos.
Muy buen relato. Demuestra que podemos superar el miedo y demuestra que, a veces, nos precipitamos en las certezas.
ResponderEliminarUn abrazo!!
muy buen relato, cinematográfico sin duda.
ResponderEliminarPor la diosa, novia!!!
ResponderEliminarJajaja, qué rebueno!!!
Besos
Jajajajaja, hermosa historia las que nos narras, tengo que admitir que me llenaste de esos nervios que narras, pero ese final me pareció excelente.
ResponderEliminarSaludos
El Peregrino
Me gustó el giro final.
ResponderEliminarMuy buen cuento. Supongo que sabrá darle a ese a ese reloj ajeno un destino más digno que el caco. Algo es algo. En algún sitio habrá otra persona sin consuelo, pero eso forma parte de la normalidad. De la vida misma.
ResponderEliminarUn saludo.
oh! no me esperaba ese final!
ResponderEliminarcuánto podríamos preguntarnos a partir de la distracción...
me gustó...y los viajes en la Costera de Zoë me recordaron a mí misma, hace mucho tiempo...
beso*
Novia: Siempre me han gustado los cuentos y relatos, más si son tan amenos como los tuyos.
ResponderEliminarGracias por compartir.
Cariños de : Doña Ku
Parece que vivieras en Buenos Aires...
ResponderEliminarMe encantó la vuelta final.
Un beso enorme, mi querida amiga.
HD
La novia:
ResponderEliminarhermoso relato, me gusto la atmòsfera que creaste¡
lograste que sintiera impotencia y bronca a la vez¡
por suerte su reloj estaba a salvo.
besotes
Tan ensimismada que iba ni se dio cuenta que no llevaba reloj, sin quererlo se convirtió en delincuente.
ResponderEliminarBuen relato.
Saludos.
Hola Novia...interesante relato...pensé que sólo en mi pueblo sucedían historias así...acá a las costeras, les llamamos buses...me sentí reflejada en tu historia, pues me sucede exactamente igual cuando viajo en bus...te dejo un fuerte abrazo.
ResponderEliminarExcelente relato!!, a cuántos no nos ha pasado, y pocos tienen la osadía de enfrentar al ladrón, temeraria acción la de la protagonísta, el final un quiebre muy bueno
ResponderEliminarbesitos y feliz fin de semana
Hola, Novia.
ResponderEliminarQue buen relato te inventaste. Me agradó y al final me hizo soltar una carcajada. Muy bueno, amiga.
Besos.
Buenísimo!!!!
ResponderEliminarEl final es genial.
Besos.
Muy, pero que muy bueno con ese estupendo final.
ResponderEliminarUn besote cielo
Yo soy tan despistada, que muchas veces busco cosas supuestamente perdidas y que tengo guardadas, ja ja...Suele suceder. Buen relato.
ResponderEliminarUn beso